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Uruguay-Brasil, un clásico de peso

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La hazaña del Maracaná. Foto: Archivo El País

Maracaná fue el volcán, pero este duelo sudamericano tiene una rica historia llena de emociones.

Si alguien pregunta de qué manera se convierte en el clásico una contienda deportiva, no hay dudas que el perfil es simple de definir: una atmósfera caliente en las tribunas y en la cancha, duelos épicos con resultados inciertos, jugadas geniales, gritos desaforados en goles importantes, triunfos increíbles.Todo eso va nutriendo y acrecentando la rivalidad.

Queda claro que nada de ello le falta al Uruguay - Brasil, cuya historia plagada de batallas deportivas le permite ubicarse entre los duelos más relevantes del fútbol mundial.

Evidentemente el punto más álgido, no se puede discutir bajo ningún concepto, está en la gran contienda de 1950. Ese momento es tan importante para el desarrollo de este duelo por la simple razón de que nunca más en la historia del fútbol mundial se repetirá un acontecimiento similar. Para que eso ocurriese, en una final de una Copa del Mundo a un equipo le bastará con empatar el cotejo para ser campeón.

Con todas las de ganar, con un marco de público que tampoco se volverá a repetir (200.000 personas), Uruguay logró convertirse campeón del mundo venciendo a Brasil 2-1 en su majestuoso Maracaná y después de estar perdiendo por 1-0. Así, por más que el nacimiento del duelo se remonta al 12 de julio de 1916 (curiosamente también con victoria uruguaya 2-1), puede decirse que Maracaná fue el volcán que entró en erupción en lo que al duelo entre estos dos países se refiere.

El gol de Juan Alberto Schiaffino para el 1-1 parcial. Foto: Archivo El País
El gol de Juan Alberto Schiaffino para el 1-1 parcial. Foto: Archivo El País

Si Maracaná es el máximo recuerdo que atesora Uruguay de este choque entre campeones del mundo, Brasil tiene en su foja de triunfos la imposición en la Copa del Mundo de 1970, donde terminó logrando el título mundial después de dejar por el camino en semifinales a la selección charrúa.

Aquel fue otro duelo. De principio a fin, porque el partido comenzó a jugarse con la habilidad y el peso de los dirigentes brasileños. La historia oficial de Guadalajara 1970 no puede ignorar un hecho contundente: el partido se jugó en un lugar que no estaba programado para recibirlo.

Uruguay, que había salido segundo en su grupo tuvo que eliminarse con Unión Soviética, ganadora de su llave, en el Distrito Federal. Brasil, que jugó todos los partidos en Guadalajara, entonces, debía abandonar su reducto y viajar 600 kilómetros hasta México DF para enfrentar a la Celeste, como lo marcaba el calendario. Sin embargo, el peso político de Brasil fue lo que logró que se alterara la sede de la semifinal y que fuera Uruguay el que tuviera que trasladarse hacia Guadalajara.

Afuera victoria total y adentro, la súper selección de Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino logró dar vuelta el partido que había empezado ganando Uruguay con gol de Luis Cubilla.

La imposición brasileña fue por un marcador de 3-1, pero el mundo fútbol grabó para siempre la jugada de Pelé que pudo terminar siendo el 4-1. El "gol que nunca fue gol" se inmortalizó por la manera en la que el Rey Pelé dejó por el camino a Ladislao Mazurkiewicz.

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Aunque el partido de 1970 incluyó algún que otro cruce fuerte en la cancha, en Brasil supieron quejarse del escaso rigor sancionatorio del árbitro español José María Ortiz, si de "batallas campales" se trata, ninguna tan recordada de un lado y del otro como la de 1976 en Rio de Janeiro por la Copa del Atlántico.

El choque que tuvo como árbitro a Romualdo Arpi Filho y en el que hubo una fantástica jugada de Zico, siempre será recordado por la patada en el traste que Sergio "Colacho" Ramírez le aplicó a Rivelino después que sonara el pitazo final del juez.

Brasil ganó el cotejo 2-1, pero los 30 metros de persecución de "Colacho" Ramírez a Rivelino y la zambullida de éste al túnel para evitar los golpes del jugador uruguayo fueron la gran historia que se contó en ambos países. Lo increíble del tema es que esa acción terminó dándole al uruguayo una transferencia a Flamengo, el archirrival de Fluminense y club al que defendía Rivelino.

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La historia entre ambos no elude las goleadas para un lado y para el otro, por ejemplo, Uruguay pegó muy fuerte en el Sudamericano de 1920 venciendo por un contundente 6-0. Pero Brasil evoca un 6-1 apabullante en mayo de 1944.

Además, cómo olvidarse el duelo entre campeones del mundo de 1980. Aquel Mundialito (Copa de Oro) disputado en el Estadio Centenario no hizo otra cosa que homenajear a los héroes de 1950 porque la Celeste volvió a triunfar por 2-1 para ser el campeón de campeones. El "Chifle" Jorge Barrios y Waldemar Victorino convirtieron los goles de Uruguay y el formidable Sócrates, de penal, el de Brasil.

Rodolfo Rodríguez recibiendo el trofeo del Mundialito. Foto: archivo El País
Rodolfo Rodríguez recibiendo el trofeo del Mundialito. Foto: archivo El País

Más acá en el tiempo también hay otra gran imposición uruguaya. En la final de la Copa América de 1995, el tiro libre imborrable e inatajable de Pablo Bengoechea posibilitó la definición por penales contra Brasil, que había abierto el marcador con el gol de Tulio.

Brasil no se queda atrás. Se adueñó de la semifinal de la Copa de las Confederaciones de 2013 en el minuto 86 con un gol de Paulinho para el 2-1 final. Antes había abierto el marcador Fred y empatado Edinson Cavani.

Tampoco puede ignorarse el fabuloso empate en Curitiba (noviembre de 2003) en tres tantos por bando y después que Brasil arrancara ganando 2-0 y que Uruguay lograra pasar por 3-2. Un Uruguay orientado por Juan Ramón Carrasco salió a jugársela en el segundo tiempo y consiguió algo impensado gracias a dos goles de Diego Forlán y un tanto en contra de Gilberto Silva. Al final, cuando faltaban tres minutos la igualdad definitiva la puso Ronaldo. Ese día la estrella brasileña anotó dos tantos y pasó la barrera de los 50 con la verdeamarela.

Y si de emerger se trata, todavía está bien presente el 25 de mayo de 2016. En Recife, Douglas Costa madrugó al minuto de juego, Renato Augusto pareció sentenciar todo a los 25 minutos, pero en la cancha Uruguay tenía a dos de los mejores delanteros de la historia. Con Edinson Cavani y Luis Suárez la celeste igualó el marcador y estuvo a centímetros de llevarse el triunfo.

Los números del clásico establecen que en materia oficial Brasil ha ganado tres partidos más que Uruguay. Sobre 38 contiendas hay 14 imposiciones norteñas, 11 celeste y 13 empates. Si se incluyen los amistosos, Brasil amplia la diferencia porque ganó 14 cotejos más que Uruguay (34-20).

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Grito sagrado. Cavani y el festejo de su gol, el del 1-2. Foto: AFP

videosEDWARD PIÑÓN

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