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Lugano: "Pasaron dos Copas y te das cuenta que no es tan fácil ganarla"

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Diego Lugano
Archivo El Pais

El hombre que más veces se puso la cinta de capitán en la selección, recordó con Ovación el último título de la Celeste a cinco años de su aniversario.

“El día de la final, el chofer se equivocó en la entrada a la cancha de River y dio una vuelta más en medio de la hinchada uruguaya. Era impresionante el fervor que había. Todos cantando, a los saltos… Y no eran barras, eran familias: abuelos, padres, hijos. Cierro los ojos y puedo ver la cara de la gente. No les podíamos fallar a todas esas personas”, reconoció.

—Ya son cinco años de aquel título. ¿Lo valora más con el paso del tiempo?

—Sí, seguro. Con la adrenalina que vivimos en esta época sabíamos que el tiempo lo iba a valorizar más tanto por cuenta nuestra como de la gente. Por suerte la selección hoy sigue a un muy buen nivel, pero ya pasaron dos Copas América y te das cuenta que no es tan fácil ganarla, ¿no?

—Cuando piensa en esa Copa, ¿qué es lo primero que se le viene a la mente?

—¡Pah! Una cantidad de cosas… Primero, la previa porque veníamos de todo lo que había sido lo de Sudáfrica, un año espectacular, y la verdad nos preparamos sabiendo que era la oportunidad y el momento de ganar la Copa. Era nuestra oportunidad de aportar un granito de arena en la rica historia del fútbol uruguayo. Después, ya durante la Copa, hay muchos momentos…

—¿El partido de esa Copa es con Argentina?

—Sin dudas. No solo era el local sino que también el gran favorito. Recuerdo la charla previa con los muchachos en el hotel. Lo que se dijo, son cosas nuestras más bien privadas, pero estábamos convencidos de que era el momento de hacer historia y darnos una alegría a nosotros y a la gente. Después, llegando al vestuario tras el partido, nos quedó marcado en aquel momento ver al "Ruso" (Pérez), que lo habían echado, con los ojos rojos, rojos, bien morados de tanto llorar de nervios, calentura y emoción. Nos agradeció uno a uno y pidió perdón por la expulsión. Estuvo más de 90 minutos solo en el vestuario llorando.

—¿Se sintieron campeones ahí?

—Sabíamos que era ese el partido que faltaba para ir derecho al objetivo que teníamos que no era otro que ser campeón. Esa noche sí demostramos que estábamos para campeón, porque en un partido muy parejo y donde gran parte lo jugamos con uno menos, se tuvo la tranquilidad y la confianza de un grupo que estaba muy maduro. Eso se demostró en la Copa, en el Mundial anteriormente y en todos esos años donde el equipo alcanzó una invencibilidad histórica de 18 partidos. Cuando el grupo está fuerte eso ayuda a que las individualidades se destaquen.

—Andrés Scotti señaló que ante Argentina el partido cambió en un foul que le cometieron entre ustedes dos a Messi, porque a partir de ahí Argentina bajó la intensidad. ¿Usted también lo recuerda así?

—Me acuerdo, pero no creo que haya sido esa jugada específica. Esa jugada mostraba lo que era Uruguay en ese momento: un equipo muy competitivo, en el buen sentido. Con nuestras armas, salíamos a jugar en cualquier cancha y con cualquier rival. Se respetaba a todo el mundo pero no se respetaba a nadie más que a nuestra camiseta.

—¿Es cierto que el "Pelado" Cáceres no sabía que tenía que patear el quinto penal?

—(Risas) Primero me acuerdo que no sabía si había alargue o penales. Y después en los penales no tenía claro si definía o no. Encima, el día anterior practicamos penales y tiramos tres cada uno. Él tiró dos cruzados y los hizo y pateó uno abierto y lo erró. Con Argentina, en el momento de ir a patear, nos dijo: "Lo voy a tirar abierto". Propio de la inconsciencia pero lo pateó al único lugar donde había fallado y la colgó en el ángulo.

—Lo traslado a la final con Paraguay. ¿Cómo vivieron ese encuentro? Eran locales en el Monumental.

—Los repechajes, jugué dos, son partidos excepcionales. Tienen una tensión y una adrenalina increíble. Un sentimiento nacionalista que excede a todo. Jugué también dos mundiales, dos Copas América, Copa Confederaciones, más de 40 partidos de Eliminatorias, pero nada se compara con ese encuentro. Con Andrés (Scotti) y Juan Castillo íbamos adelante en el ómnibus porque nos gusta ver el ambiente. Justo ese día el chofer se equivocó en la entrada a la cancha de River y dio una vuelta más en medio de la hinchada uruguaya. Era impresionante el fervor que había. Todos cantando, a los saltos… Y no eran barras, eran familias: abuelos, padres, hijos. Cierro los ojos y puedo ver la cara de la gente. Vivir eso fue una mezcla de orgullo y de presión también porque no les podíamos fallar a todas esas personas.

—Llamativamente fue el partido más tranquilo de todos.

—El clima ayudó. Ese día el himno retumbó en todo Buenos Aires. Fue imponente. No hubo un partido, ni en el Centenario, en que se haya cantado así.

—En el segundo tiempo, con el partido liquidado 3-0, ¿ya se imaginaba recibiendo la Copa?

—Eso me lo imaginaba desde antes de llegar acá (Brasil) por primera vez (2003). Es imposible no imaginártelo si tenés objetivos y ambiciones. Por suerte se dio. Como siempre, pasado el tiempo, es lo que se recuerda. Solo se recuerda al campeón aunque yo no creo que haya sido el pico máximo de esta selección que para mí fueron esos cuatro años y no un partido.

—¿Cuánto le agrega a usted haberla ganado siendo capitán?

—Como dije, con el tiempo lo vas valorando. Haber levantado una Copa, haber sido capitán en dos mundiales, ser el jugador en la historia de Uruguay que más veces se puso el brazalete, son cosas que con el tiempo comenzás a tener una real dimensión de lo difícil que fue conseguir todo eso y de lo agradecido que uno tiene que ser.

—Ahora, ¿en algún momento había imaginado levantar un Premio Fair Play?

—(Risas) No, eso seguro que no. Me tomaron el pelo en todos lados. A los pocos días, cuando llegué a Francia para firmar con PSG, la frase del "Loco" Abreu ("Ganamos el Premio Fair Play y se lo dieron a la Tota que es como darle el Premio de la Paz a Bin Laden") era la tapa de LEquipe. Capaz no era el más indicado, pero me tocó recibirlo por ser el capitán de ese proceso. De todos modos, a pesar de tener un juego más que nada físico por mis condiciones, siempre he sido muy leal. Lo importante es que fue un reconocimiento muy grande a lo que es el proceso y a la mentalidad que tiene el maestro Tabárez: selecciones competitivas y serias.

—¿Cuánto cambió ese título en la vida de este plantel?

—Mucho. Fue lo que siempre deseamos desde que llegamos a la selección. Queríamos dejar una marca registrada. Teníamos dos sueños: que el país se identificara con nosotros y poder transmitirle cosas a la gente, y ese es el premio más grande que tenemos, y dejar resultados.

—Pero, ¿cuánto saldo a favor les dejó esa Copa? La Eliminatoria después fue durísima y ¿sin ese título se podría haber sostenido el proceso?

—(Piensa) En realidad nos puso presión más que darnos espaldas. En la última etapa de la Eliminatoria, después del partido con Chile estábamos séptimos y nos quedaban cinco partidos (tres de visitante y dos en casa) y teníamos que ganar por lo menos cuatro o cinco si contamos el repechaje para tener chances. Fue el momento más épico de este grupo porque todo el que jugó una Eliminatoria sabe que ganar cinco partidos decisivos y contra rivales directos es imposible. Eso no lo va a hacer nunca ni la Argentina de Maradona ni el Brasil de Pelé.

—Cuándo mira para el costado y ve lo que le pasa a Argentina, ¿qué piensa? Llegaron a tres finales en dos años y los jugadores son castigados.

—(Piensa) Primero el mérito de ellos de que tienen un equipazo y están siempre definiendo. Después, las finales tienen un poco de todo: calidad, temple y suerte. Les falta dar ese último toque. Vos ahora me estás llamando porque fuimos campeones. Si no ganábamos, no me ibas a llamar ni por el cuarto puesto en Sudáfrica ni la remontada histórica en las Eliminatorias.

—¿Por qué no estuvimos en la pelea en las dos últimas Copas América?

—Es difícil hacer un análisis. La de Chile era un poco más previsible porque estábamos en medio del recambio con muchos jóvenes y también faltaba Luis (Suárez). En esta última, estaba la ilusión de estar ahí arriba. Hay equipo, hay trabajo… Contamos otra vez con la desgracia que Luis no pudo jugar; pero los rivales también juegan y nadie te regala nada.

Con la Celeste, tiene otro gustito...

Diego Lugano fue campeón de América y el Mundo con São Paulo, es prácticamente un dios en Brasil y Turquía, pero mantiene a la Celeste por encima de todo. A la hora de armar su podio de títulos, no duda: "Todo lo que conseguí con la selección está en el primer lugar. Este título es emblemático, pero me quedo también con las clasificaciones a los mundiales, con el cuarto puesto en Sudáfrica que hizo que todo el mundo hable de nuevo de Uruguay. Me quedo con las vueltas a casa con todo el país recibiendo al equipo. Después lo otro, a nivel de clubes, es lindo y te da prestigio, pero nada se siente igual como con tu selección". Sobre el regreso a Montevideo tras la conquista continental, señaló: "Fue una continuación de lo de Sudáfrica que fue impresionante, una caravana que no se va a ver nunca más en la historia del país. La gente tenía una gran identificación con ese equipo como lo sigue teniendo hasta ahora. Ojalá siga por mucho tiempo más".

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