Publicidad

Desierto: duro, mágico y atrapante

Compartir esta noticia
Ciclismo

Nueve ciclistas uruguayos y un argentino corrieron en pleno Sahara la “Titan Desert”.

Jorge Vidart, Andrés Bonelli, Federico Guerra, Ignacio Garrone, Federico Sosa, Sixto Núñez, Juan Balbuena, Esteban Oliver, Martín Sosa y Alberto Ferrazán, son los diez ciclistas que se internaron durante seis días en el desierto de Sahara para correr la Titan Desert, una de las competencias más exigentes del mundo. Es como si fuera el Rally Dakar, pero en bicicleta. Prueba de ello es que de los 460 ciclistas que largaron en la primera etapa, casi cien abandonaron. Pero todos los integrantes del equipo "Ciclistas sin Fronteras", los nueve uruguayos y Oliver, el argentino, recibieron el fósil por haber terminado.

A Jorge Vidart sus compañeros lo nombraron capitán. Seguramente porque ya había corrido la Titan dos veces, la primera vez solo y la segunda con Bonelli. "Esta fue la más dura de las tres. Había mucho más arena y más navegación y eso es un plus de dureza. Te dan unos puntos con sus coordenadas y vos lo ingresás en el GPS y tenés que llegar. Cómo y por donde es problema tuyo. Nos internamos en el desierto, y se caminaba más de lo que se pedaleaba, con un clima de 45°. Y d e puesto a puesto de abastecimiento, llegabas sin agua", contó Vidart.

"Normalmente vas en grupo, de tres o cinco, pero todo depende del ritmo. Capaz que enganchás un grupo que va muy lento o otro que tiene mayor ritmo y los vas dejando. Llega un momento en que te quedás solo. En todas las etapas en algún momento te quedás solo", agregó el pionero en este tipo de carrera. Suma Tres Titan, tres Rutas de los Conquistadores en Costa Rica, un Iron Bike en Italia y un Alpaca Tag de la Patagonia argentina cruzando la Cordillera hacia Chile. Le decían que era una locura, pero empezó a ir solo y rompió con el mito.

Como varios de sus compañeros, Vidart se agarró un virus y allí notó la diferencia de no estar solo. "Tener compañeros que te estén esperando, que te saquen las zapatillas, que te pasen una toalla húmeda por la cara y te acompañaran a la ducha, era otra cosa. La primera vez hice todo solo, esto fue todo muy especial. Me traje es el respeto y el cariño de mis compañeros. Y con eso me quedo feliz", relató quien seguramente volverá.

"Explicar por que uno quiere volver al desierto es difícil, pero tiene algo que te atrapa. Sos vos solo contra esa inmensidad y entra el desafío personal y la supervivencia. Es una lucha continua de tu cabeza contra tu cuerpo. Hay momentos en que las piernas te dicen que no y la cabeza te dice lo contrario. La mayoría de mis compañeros me dicen que estoy loco, y capaz que hay un poquito de eso", admitió.

"Cuando terminás la prueba te decís que es la última, que ya está, pero a los tres o cuatro días ya estás diciendo que el año que viene tenés que volver. Ese es el desafío", reconoció. Vidart tiene 54 años, trabaja en la construcción en yeso y pintura. Tiene una empresita pequeña. Es de Paysandú, y fue allí en su tierra natal donde se remangaba los pantalones para correr en bicicleta. Está casado con Blanca y tienen dos hijos. "El tema con mi mujer es delicadísimo. Cuando empecé con esto me apoyó, pero no le gustaba que me fuera. Y ahora cada vez le gusta menos. Teme que me pase algo y en casa somos dos pilares. Me dice que no me olvide que tengo una familia y dos hijos y que no tengo necesidad de hacer esto, Pero la verdad es que tengo necesidad. Cuando terminás una prueba de estas te sentís diferente y superior al resto de los mortales".

Revancha.

La experiencia de Andrés Bonelli es diferente. Cuando terminó su primera Titan en 2013 no se planteaba volver. "Fue una carrera muy dura y cara y terminé ciento y pico en la general. No pensaba volver, pero andando en bicicleta con Jorge (Vidart) empezamos a acordarnos de la carrera y nos dimos cuanta cuanto habíamos cambiado en la Titan. Sobre todo yo, porque él ya era un gran ciclista. A preguntarme como sería ahora, con cuatro años más de entrenamiento encima, mucha más experiencia. Y además yo cambiaba de categoría, porque recién había cumplido 40 y pasaba a la categoría master. Nos entramos a manijear y a correr la bola a ver quien quería venir", relató Bonelli.

En su primera experiencia había terminado 113, si esta vez le decían que iba a terminar 50, lo firmaba antes de correr. Pero finalizó octavo en su categoría y 25 en la general. "Me quedé re contento. Fue como un sueño. Hicimos un buen equipo. Nos hicimos sentir y todos nos reconocían", dijo orgulloso.

Los tres primeros días fueron los más duros, allí fue cuando las enterocolitis se hicieron sentir más y cuando se dieron la mayor parte de los abandonos.

"Ahora volvería si. Sé que no la voy a ganar, pero iría otra vez, quizás con ruedas más anchas y con acople de triatlón en el manillar. Y sería más jugado en la orientación", agregó recordando los siete puntos que se deben tocar en cada etapa.

"El desierto tiene algo especial, es muy distinto a lo que corrés acá o en otras partes del mundo. Corrés en la arena, en la tierra, hace frío de noche y un calor impresionante de día. Los colores del amanecer son espectaculares. Todo te queda grabado, hasta la música con la que te despiertan a las seis de la mañana. Cuando escuchabas el helicóptero la adrenalina era impresionante y salías al mango; tiene magia", explicó Bonelli, el ingeniero en computación que se casó en el año pasado. Su esposa, Cecilia, ya lo conoció haciendo estas locura y siempre lo apoyó. "A los pocos meses de conocernos me fui a correr solo de Canadá a México, 4.500 kilómetros en 17 días. Y cuando llegué me estaba esperando en Nuevo México con una remera que decía "Team Bonelli".

Dios.

"Es una carrera diferente, con un escenario y un clima muy distintos", contó Sixto Núñez, el ciclista de ruta que participó del equipo y que terminó cuarto en Rutas de América y en la Vuelta Ciclista. Sixto necesitaba patrocinadores y no llegaron hasta el último día. Cuando ya había decidido bajarse. Es cristiano evangélico y cree que Dios tuvo que ver. "Hay muchas cosas que coinciden y que yo no entendía. Dios tiene que ver con esta odisea. Por ejemplo, las puertas se me cerraron durante siete meses para conseguir patrocinadores. Lo dejé en manos de Dios y sin embargo, al final aparecieron", contó Sixto para quien lo humano fue lo más fuerte del desierto. "El contraste es impresionante en Marruecos. La pobreza, los niños, descalzos y sin protección en la cabeza pesar de los 45° . Niños de 4 o 5 años , que te piden agua y comida. Les preguntabas donde vivían y te señalaban un punto, pero mirabas y solo veías arenas y dunas. A mí todo eso me impactaba. Lloré varias veces, es tremendo y te choca mucho", agregó Sixto. "Un día en plena carrera le choque las manos a un niño y se carita se iluminó y empezó a correr al lado mío. Me agarró la mano, bajé la velocidad y seguimos juntos un buen tramo. Esas cosas fueron las que más me impactaron de la Titan", relató.

Sixto fue uno de los que se agarró el virus y estuvo a punto de dejar. "Fue muy duro, estuve con calambres, retortijones, fiebre y hubo una etapa en que estuve a punto de no largar. Lo hice, pero iba pedaleando como podía. Me bajé varias veces de la bicicleta aunque no eran tramos que tuvieran dificultad. A cada rato paraba y apoyaba la cabeza contra el manillar o el asiento. Me sentí una piedra más en el desierto. Pensé en apretar el botón de emergencia". Pero no lo hizo.

MANSILLA IRÁ A COMPETIR.

Volver.

José María Mansilla, periodista y relator, está al frente de "Ciclistas sin Fronteras", una organización cuyo fin es conseguir biciletas para los niños de las escuelas rurales. "Pepe" Mansilla fue al desierto con el equipo. Y fue sumayor experiencia profesional. "Vi a un ciclista con una sola pierna; a un tándem en el que quien iba atrás era ciego; a una pareja integrada por un discapacitado intelectual que además era sordomudo con un amigo; y a un exciclista profesional con un grupo de aficionados en representación de una fundación que lucha contra el cáncer infantil. Le pregunté a Juan Porcal, creador de la Titan Desert, qué tiene el desierto que cambia a las personas y donde uno saca lo mejor o lo peor de sí. Y me respondió: Lo que tiene el desierto es que te hace volver, ese es el peligro que tiene; siempre vuelves. Así será. Ahí estaré el año que viene, pero como participante si Dios quiere".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Ciclismo

CICLISMO

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

ciclismohistoriauruguayos

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad