Para Eduardo Ache hubiera sido muy fácil, marquetinero en un año de elecciones y hasta cómplice con la mayoría de los hinchas de su club, decidir que Nacional no cedería el Parque Central a Wanderers para la Copa ofendido por la agraviante, fuera de lugar y reprobable expresión del presidente de Wanderers, Fernando Nopitsch, cuando calificó de “gallinero” al estadio tricolor, aunque después se retractó.
El presidente albo prefirió recorrer el camino más difícil, pero fiel a sus convicciones. Evitó poner a las personas por encima de las instituciones. Cultivó el camino de la paz en lugar de alimentar el de la violencia y aceptó que los seres humanos se equivocan, entonces, en un acto de grandeza, propio de los dirigentes de raza, y en una actitud valiente, Ache decidió prestar el Parque a Wanderers para jugar ante Racing argentino por octavos de final de la Libertadores. Bienvenida la decisión, aunque en el club quieran enviarlo a la hoguera. Probablemente cuando entiendan el fútbol despojados de la irracionalidad propia del fanático, comprenderán que el presidente regó el camino de la tolerancia antes que el de la intransigencia.
EL ANÁLISIS