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Cuando Grondona reabrió el caso Nacional-Leo Horn

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Foto: Archivo El País

Por años los tricolores lamentaron un gol anulado por el famoso juez holandés que pudo darle una Copa. Mucho después, el expresidente de la AFA involucró a los líneas.

El pase genial e inesperado, el remate inatajable, el grito de todo el estadio… hasta que el pitazo del árbitro silenció a la multitud e hizo nacer la polémica, que duró mucho tiempo. Después pasaron los años, aunque los testigos de la primera final de la Copa Libertadores de 1964, entre Nacional e Independiente, recuerdan todavía el gol que el holandés Leo Horn le anuló a Mario Bergara.

El caso parecía cerrado hasta que, en junio de 2015, la divulgación periodística de una grabación telefónica a Julio Grondona aportó un dato nuevo. El programa argentino de televisión La Cornisa presentó un informe sobre la forma en que Grondona, fallecido un año antes, había manejado la AFA y a los árbitros. Una de las escuchas reveló que el todopoderoso dirigente se preocupaba incluso por las designaciones de los árbitros asistentes.

“Y ojo los líneas que ponés... En el año 64, cuando jugamos con el Santos, yo le gané a Leo Horn, que era holandés, con los dos líneas”, decía Grondona, que en 1964 era dirigente de Independiente. En realidad, cuando su club enfrentó a Santos por las semifinales de aquella Libertadores, Horn no fue el árbitro, sino un británico, Arthur Holland, tanto en Brasil como en Argentina. Horn fue designado para las dos finales ante Nacional. ¿Grondona se equivocó de partido o de árbitro en su “confesión”?

Nacional había conseguido evitar el sexenio de Peñarol en 1963, dirigido por el sagaz técnico brasileño Zezé Moreira. Por lo tanto, participó en la Libertadores -todavía más conocida como Copa de Campeones- de 1964 como único representante uruguayo. En su grupo superó invicto a Cerro Porteño de Paraguay y Aurora de Bolivia.

Después, sumó a a su plantel al argentino José Francisco Sanfilippo, uno de los delanteros más certeros para el gol que dio el fútbol rioplatense, aunque con una personalidad conflictiva. Boca se lo vendió a Nacional luego que el Nene agrediera al ayudante técnico del club por haberlo dejado como suplente.

Ya semifinalista, el tricolor se fue de gira por Europa, donde Sanfilippo mostró su poder goleador. Al regreso, marcó dos veces en el partido de ida ante Colo Colo en Santiago, asegurando prácticamente la clasificación a la final. Se concertó entonces un amistoso ante Vasco da Gama en Montevideo, que sería la presentación de la estrella ante el público uruguayo.

Sin embargo, a pocos minutos del final, una fuerte entrada del zaguero brasileño Fontana le fracturó una pierna. Con los años, Sanfilippo acusó a Zezé Moreira de haberlo mandado quebrar por celos hacia su figura (de ser cierto, hubiera sido la paradoja del técnico que se perjudica a sí mismo…). Una semana después, Nacional aseguró su pasaje a la final, venciendo de nuevo a los chilenos, aunque ya sin su goleador lesionado.

Y en la final esperaba Leo Horn, una celebridad en el mundo del arbitraje en los ‘60. En su Holanda natal, además, representaba casi un héroe, porque había integrado la resistencia contra los nazis. Pero el fútbol uruguayo no guardaba un buen recuerdo de él: había perjudicado con sus decisiones a los celestes en un amistoso con Suiza previo al Mundial de 1954. De cualquier manera, su prestigio le valió para ser designado para dirigir la final de la Libertadores 1962, entre Peñarol y Santos, y luego Nacional-Independiente. Fue el primer europeo en tener ese honor. Y también el último.

Aquel Nacional-Independiente se jugó el jueves 6 de agosto de 1964, con una recaudación récord para la época de 1.841.380 pesos. Los tricolores dominaron ampliamente, pero la falta de puntería impidió que eso se tradujera en goles. Sí, faltaba Sanfilippo… En su lugar jugaba el brasileño Jaburú, lejos de la calidad del argentino y además, con un curioso complejo: él mismo decía que si le salían bien las dos o tres primeras jugadas, tenía un buen partido, pero si las fallaba se borraba totalmente del campo. En Independiente apareció el arquero suplente, Miguel Ángel Santoro, en lugar del lesionado Toriani, y cumplió una actuación consagratoria.

De cualquier manera, hubo dos goles, aunque invalidados. Ambos por offside: Urruzmendi a los 49 minutos y Bergara a los 70. La prensa admitió que el de Urruzmendi estuvo bien anulado, pero dijo que Bergara estaba perfectamente habilitado. Douksas recibió la pelota de espaldas al arco, y cuando nadie lo esperaba tocó con el revés de su empeine derecho hacia el costado, por donde entraba solo Bergara. El remate de Mariolo “fusiló” a Santoro. Pero el gol no fue concedido.

“No fue offside nunca. Un pase de Douksas me puso en condiciones de gol. Corrí hacia la pelota y tiré. Grité el gol pero me extrañó que mis compañeros no hicieran lo mismo”, declaró Bergara. “Fue un absurdo. No se puede despojar de esta forma de una victoria justa a un equipo que había jugado mejor”, dijo Zezé. Horn también hizo declaraciones tras el partido y aseguró: “Fue offside, sin duda alguna”.

Para Juvenal, enviado de El Gráfico, “Nacional lo merecía pero el offside existió”. “Con un juez sudamericano, un gol del equipo local, en una final de copa y por un offside de 40 o 50 centímetros, difícilmente habría sido invalidado”, opinó. Navarro, defensa de Independiente, habló de otro tema: “Menos mal que no jugó Sanfilippo. Con él nos metían tres goles...”

En el mismo palco del Estadio Centenario, el presidente tricolor Eduardo Pons Etcheverry cuestionó la labor de Horn ante Raúl Colombo, el presidente argentino de la Conmebol, lo recusó para la segunda final y reclamó un árbitro británico. Horn quedó afuera, pero no dirigió un inglés sino el paraguayo José Dimas Larrosa. Lo ganó Independiente con un gol de Mario Rodríguez, aunque no hubo nada que objetar.

De cualquier manera, todo se había empezado a perder con los goles que anuló Horn. ¿O fueron los líneas? Muy pocas veces se recuerda el nombre de los asistentes y en la memoria de este partido todavía menos. Fueron dos paraguayos, Ruben Cabrera y José Isidro Ramírez. Si hubo algún arreglo, Grondona se lo llevó a la tumba, como todos los secretos de su actuación en la FIFA.

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Foto: Archivo El País

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