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Fabián O’Neill hoy

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Los magos. Fabián con su hijo Favio en el bar “La Nueva Lata”, atrás el “Quero” al que el exfutbolista le atiende el puesto de verduras.
Francisco Flores

Feliz, lejos de los amigos que la plata le dio.

Puede que alguien que vaya al puesto de frutas y verduras que está afuera del bar “La Nueva Lata” , en Millán y Clemenceau, se sorprenda si lo atiende Fabián O´Neill. Es que el ex futbolista, ese que el propio Zidane dijo públicamente que fue el mejor jugador que vio, se pasa el día en ese bar. Y da una mano. “De mañana ya me vengo para acá. Ayudo a Janet, la dueña, que es hija de un amigo mío que tiene boliche en Paso de Los Toros. Además acá tengo fiado, ahí está el tema. Je. Y cuando el ‘Quero’ (Eduardo) se va yo le atiendo el puesto. La gente no se extraña porque ya me conocen”, aclaró con su humildad de siempre.

O’Neill llegó a tener 14 millones de dólares . Hoy no tiene nada, pero asegura que es más feliz así. Vive en la casa de su suegra, con su esposa Andrea, la madre de su único hijo varón, Favio, que tiene 14 años y juega en la Séptima de Nacional. Ella supo disfrutar de la buena vida. Cuando esperaban a Favio, vivían en una hermosa estancia, con vista al Río Negro y mucha ovejas. Hoy trabaja como guardia de seguridad en una sociedad médica, pero sigue con él. No lo abandona. “Es la única que amé”, dice Fabián. Y cuenta que cuando ella o su madre lo echan de la casa se va a dormir al bar.

No está acostumbrado a trabajar. Nunca lo hizo. Está esperando la semana que viene, cuando llegue Francisco Casal de Ecuador, para juntarse con él. “Le mandé pedir plata para unas deudas que tengo que pagar. Pero tampoco quiero que me haga trabajar mucho. Trabajar no me gusta mucho. Me gustaría descubrir jugadores, gracias a Dios conozco gente en todos los pueblos, que conocen a los botijas, pero es bravo recomendar. No es fácil recomendar. Ese trabajo me gustaría, pero eso nomás. Nada de estar de saco y corbata. Yo no quiero estar en un panel de Tenfield. A mí me gusta andar así nomás, de alpargatas. Cuando era el capitán del Cagliari a veces me tenía que poner un traje por obligación. Me gustaba ser el capitán, pero iba de equipo deportivo. Sabía ser capitán, yo responsabilidades tengo, lo que soy es desprolijo para mí. La vida me hizo así. Soy así. Rebelde y orgulloso”.

“Es como el tema de la mujeres; todas me quisieron cambiar. Me conocieron en la noche, tomando, y después me querían cambiar. Por eso he tenido problemas siempre con las mujeres. Yo nunca las quise cambiar a ellas. Lo único que no me gusta es que fumen. Y eso que ando en la noche, pero no me gusta que fumen. Hoy a las mujeres no las puedo ni ver. Con lo que me pasó, no las puedo ni ver”.

En junio del año pasado a O’Neill lo operaron de la vesícula. Debía estar tres años sin tomar alcohol, pero la buena letra le duró un mes. “Ahora no me duele nada. Por fuera parezco un auto para vender, que no se sabe si tiene motor o si tiene batería”.

Hace una pausa y asegura que es feliz. “Tuve 14 millones de dólares y los perdí. Pero a mí no me molesta ser pobre. No me cuesta. Yo teniendo para tomar y que mis hijos estén bien, ya está. Que mis hijos estén sanos es tener un platal para mí. Después comer, se come arroz con huevo igual. Caballos lentos, mujeres rápidas y timba, eso fue lo que hace que no te quede nada. Siempre timbeaba. Yo tuve 20 caballos en Maroñas. Cuando era jugador timbeaba más, porque tenía más plata. Ahora no puedo porque no tengo nada”.

Aunque culpa al juego, también dice que sus divorcios le costaron mucho. “Hoy mi hija mayor está rica. La segunda está más o menos y el que no tiene nada es el gurí”, relata sobre sus tres hijos: Marina, de 22 años fruto de su primer matrimonio, Martina de 15 años del segundo y Favio de su actual pareja. Hoy se lleva bien con todos, gracias al más chico que cultiva la relación con sus hermanas mayores.

Admite que también tuvieron que ver los amigos que lo rodeaban cuando tiraba el dinero sin ton ni son y le pagaba tragos a todo el que se le acercara. “Esos amigos que hoy no existen. Igual soy feliz, porque hay gente nueva, que está conmigo cuando no tengo nada. Hoy paro acá en el bar con un grupo y nos ayudamos unos a los otros. A veces tengo mil pesos yo, o los tienen ellos. Y el señor del puesto me da para que me lleve para casa para comer. Es mejor estar así que tener plata. Yo tuve mucha plata y tuve millones de amigos. Hoy tengo sólo 10 o 12, bohemios como yo, pero son los que me ayudan. Nos acomodamos entre todos”, dice.

Y a los 43 años confiesa cuáles son hoy sus expectativas: “Quiero seguir así, no quiero estar al lado de los ricos. Nunca lo quise, el rico era yo. Por suerte todavía quedan algunos códigos. Poquitos, pero quedan. En Paso de los Toros y acá, quedan algunos códigos. Gente que me ve que estoy mal y me da una mano”.

No admite que su carrera pudo haber sido otra si sus representantes o los dirigentes de los clubes lo hubieran ayudado a tiempo. “Demasiado hizo ‘Paco’ por mí. Me hizo ganar mucha plata, después fui yo el que la perdí. Pero además, yo no quería psicólogos ni nada. Era imposible ayudarme a mí”.

Fue uno de los jugadores uruguayos de más talento. Y le cuesta elegir su mejor momento dentro de una cancha, quizás por eso mismo. “He tenido muchos, capaz que todos. Si tengo que elegir un momento, en el Cagliari. Era ídolo, en cambio cuando fui a Juventus pasé a ser de los últimos porque estaban los fenómenos, como Zidane. Hoy soy hincha del Real Madrid por él”.

Cagliari lo marcó. Por eso lo más triste para él fue cuando descendió. “Cuando bajamos a la B nos rompieron todos los autos. Teníamos que hacer siete puntos para no bajar, y nos tocaba jugar con Milan, Inter y Juventus. Era imposible. Yo paraba en la playa y pasaban los ‘tifosi’ y me gritaban ‘ubriaco’, que quiere decir borracho. Al otro año subimos y esos mismos hinchas -porque yo les conocía las caras y no me olvido de los que me puteban- me pagaban las copas. El fútbol es así”.

Favio. “Que sea gente y que estudie muchísimo”

Hay quien dice que Favio, que juega en la Séptima de Nacional, superará a su padre. “Lo que quiero es que estudie mucho. Muchísimo. Porque el fútbol es corto. Ojalá le vaya bien en el fútbol, pero nunca le voy a pedir plata a un hijo. Yo estoy para darles, no para pedirles. Y si sale de él capaz que no se lo agarro porque soy muy orgulloso. Lo único que le enseño es que sea gente. Y cualquier cosa que diga que es hijo mío, ahí o lo matan o lo salvan”.

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Los magos. Fabián con su hijo Favio en el bar “La Nueva Lata”, atrás el “Quero” al que el exfutbolista le atiende el puesto de verduras.

HISTORIASSILVIA PÉREZ

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