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"No robo"

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Daniel Fonseca

El exfutbolista y representante de jugadores habló de todo y sin pelos en la lengua en una entrevista exclusiva con Ovación.

El camino de tierra lleva a la portera de madera. El muro de piedra gris bordea la chacra. Cuando el auto estaciona en la entrada, el largo portón de madera y hierro se abre lentamente y aparece un guardia de seguridad, vestido de negro, con un handy y una carpeta en sus manos. "¿Señores?", pregunta amablemente. El periodista y el fotógrafo se presentan, habla por handy y da paso a la propiedad.

Dentro, una edificación moderna, de piedra gris y madera. Con enormes ventanales y una puerta majestuosa. Breves segundos después, se abre y surge la figura inconfundible de Fonseca. "Pasen, están en su casa", dice con una enorme sonrisa. Y luce europeo. Pantalón a la altura de los tobillos, zapatos de vestir sin medias, y remera negra. "Así me hacen vestir mis hijos... sacate el vaquero...", me dicen.

Afuera, el verde del césped se confunde con el horizonte. La pileta parece tocar el cielo. Seis reposeras la rodean, simétricamente. El lugar de la charla está ahí, en una enorme galería de piedra y madera con una vista única y una paz increíble.

"¿Qué se van a servir?", pregunta una mucama impecablemente vestida. "Refrescos", decimos todos al unísono. Y desapareció casi en puntas de pie.

Fonseca se sienta en uno de los confortables sillones tapizados de blanco. Agarra una caja de cigarros y saca uno. Espera la primera pregunta. Y sale: ¿Fonseca le roba jugadores a los clubes uruguayos?

"No. Creo fuertemente que es una desinformación de la gente, de la propia gente que está en el fútbol. Fonseca no ha creado las leyes, las reglas, las ha creado la FIFA y esas reglas dicen que cuando un contrato se termina, el jugador es libre. No sé por qué siempre se genera esa situación molesta y siempre los empresarios aparecemos como los malos de la película. Creo yo que en estos 10 años de trabajo lo único que hice fue proteger a los equipos, renovando el contrato de los jugadores como lo hice, por ejemplo, con De Arrascaeta o Cubero, que cuando se les terminaban sus contratos, se los hice renovar. No me siento tocado por más que la gente hable. Me sonrío, esa es la verdad", dice y le da el primer sorbo al vaso de gaseosa.

Luce bien a sus 45 años. Algunos kilos más que cuando jugaba, pero con el físico de un hombre que cuida su aspecto. Que se preocupa. Fonseca da una pitada larga, tira el humo y habla.

"Lo digo siempre: la época de la esclavitud se terminó. Los contratos están hechos para hacerse y deshacerse. Y son como un matrimonio. Nos casamos si los dos queremos. Si queremos seguimos, y si no queremos nos separamos. Los equipos, si quieren al jugador, tendrán que pagar y ser equilibrados en ver cuánto valen los jugadores y cuánto ganan, porque aquí están acostumbrados a pagar como en un fútbol amateur y a vender como si fuesen el Real Madrid. Y para mí, es un error gravísimo. Y mi función es defender al jugador de fútbol, y eso es lo que hago, pero con el equilibrio justo para los clubes y los futbolistas", agrega.

Suena uno de sus celulares. Mira el número, y deja que siga sonando. No quiere interrupciones. Quiere explicar la razón de su éxito.

"Esto es el resultado de años de ir acomodando la forma de trabajar, de dedicarse a elegir bien. Siempre digo: el mejor es el que erra menos. Y creo que en los últimos años, el 70 o el 80 por ciento de los mejores jugadores que han surgido acá, los represento yo. Después de diez años me siento feliz, contento porque he logrado cosas mucho más positivas que negativas. Todos mis colaboradores tienen las normas bien delineadas. Saben lo que hacen, son profesionales".

Fonseca también quiere dejar en claro por qué elige a los futbolistas uruguayos, por qué confía en ellos.

"Las características del jugador uruguayo son únicas. Se adapta a cualquier situación. Tiene un poder de adaptación estupendo, pero lo que vale, lo que paga es la calidad. Y como extranjero te exigen mucho más. Lo que he intentado en todo este tiempo es errar poco. Y eso me ha dado credibilidad. Llevo 10, ocho andan bárbaro, y hoy nombro a un jugador y los seis, siete equipos más importantes van a venir por él. Pero cuidado: hay que mirar bien, tener buen ojo para elegir el lugar y el club. No es lo mismo el fútbol italiano, el español o el turco", dice mientras apronta otro cigarro.

Lleva más años en Italia que en Uruguay. Y se nota. Por su forma de hablar y su manera de vestir. "Ayer fui a cenar y me miraban raro", cuenta y agrega: "Me visto igual que mis hijos".

Pero el tema sigue en danza sobre la mesa. Dinero, jugadores, empresarios y representantes.

"Hay que diferenciar entre empresario o representante. Un empresario puede poner dinero y quedarse con quien quiera, pero un representante va un poco más allá. Yo me siento y me defino como representante, porque no sólo represento al jugador, represento a su familia. Trato de estar, de ayudar, de cubrir las necesidades. Intento que su familia esté bien, porque si su familia está bien, el jugador va a rendir mejor. Hoy represento a 28 futbolistas uruguayos, y me encargo que a sus familias no les falte nada. Hoy mi grupo de colaboradores está permanentemente con ellos. Mi grupo es el punto de referencia de ellos. Trato de estar al tanto y solucionarles los problemas cotidianos, esos que se presentan en el día a día. Intento no desilusionarlos y apoyarlos. Por eso quizás, el 70 u el 80 por ciento de los mejores está conmigo. Es el plus del trabajo que uno hace. Lo del pase viene mucho después... yo tengo pibes de 13, 14 años y esa es una inversión de riesgo. ¿Alguien sabe qué puede pasar con ese jugador? Creo que los empresarios serios le hacemos muy bien al fútbol", dice, y llama a la mucama para que traiga una "picada".

Se cruza de piernas, mira hacia el horizonte y vuelve a la carga.

"Los contratos terminan y aquí no hay más esclavitud. Hay una tortura psicológica, una mentira que se repite 100 veces, que los empresarios robamos jugadores. Y no es así. Yo no robo. Hay una realidad. Estos comentarios en Europa no existen. Cuando los jugadores quedan libres, quedan libres. Si a un pibe de 18 años le dan $ 10.000, cuando le llega una oferta de cualquier lado y pagan diez veces más, es normal que se vayan, que se quieran ir. Hasta que los clubes uruguayos no se den cuenta que tienen que cambiar el chip, va a seguir así. Hoy le pagan fortunas a jugadores de 36, 37 años y a los jóvenes, que son su patrimonio, le dan $ 10.000, hay algo que está mal, que no funciona. Tienen que proteger a sus juveniles y terminar con esta historia de pagar miles de dólares a jugadores que son millonarios y $ 10.000 a los más jóvenes que se los gastan en un par de zapatos de fútbol. ¿Cómo comen? ¿Cómo pagan? Eso se lo tiene que preguntar la gente", asegura.

Se para y camina. Pero no deja de hablar. Y remarca algo que parece perseguirlo: "Nunca me llevé un jugador sin dejarle dinero al club. No me interesa que hablen bien o mal de Fonseca. me interesa que digan la verdad. Que digan: ¿Cuántos se llevó? Ninguno ¿Cuánto dinero dejó? Mucho. Pero no que digan que los robé o los saqué. Los clubes saben que jamás los dejé sin dinero. Siempre pagué y hasta renové contrato de jugadores que quedaban libres", explica una vez más.

Jamón crudo, queso, mariscos, refrescos. La picada sigue sobre la mesa ratona que tiene el mismo largo que los dos sillones. La charla no da tiempo para un break.

"Estoy muy feliz de hacer este trabajo, lo hago con pasión pese al sacrificio que significa pasar cuatro o cinco meses sin ver a mis hijos. Los vi 20 días en Navidad y chau.... Pero estoy feliz, lo hago con ganas, me siento fuerte, muy fuerte, y lo vivo con mucha pasión. Voy a seguir hasta cuando tenga la energía necesaria para hacerlo. Creo que esto recién empieza. Tengo un par de pibes italianos porque son amigos de mis hijos, pero por mis hijos. Pero yo represento sólo a uruguayos", agrega.

A Fonseca no sólo le apasiona lo que hace, también su emprendimiento con el restorán que tiene en Como. "Es mi refugio, es mi felicidad... hay un lindo ambiente vienen todos los presidentes de clubes... algún pescadito, algún vino... fui afortunado, la vida quiso que llegara a Como. Estoy en un lugar único. Mis hijos están felices de vivir ahí, así que no me imagino en otro lugar. Llevo 25 años en Italia y viví 20 en Uruguay... hoy me divierto mucho al escuchar a mis hijos hablando italiano y uruguayo, porque no hablan español, hablan uruguayo con el "ta" y el "bo" en cada frase, es muy cómico", dice.

Casi tres horas después, el portón de madera volvió a abrirse. Fue la despedida.

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Daniel Fonseca. Foto: archivo

DANIEL FONSECAJOSÉ MASTANDREA

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