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El club distinto a todos

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La hinchada de St. Pauli. Foto: Archivo El País.
SVEN SIMON

St. Pauli es un cuadro chico de Alemania, con perfil transgresor y revolucionario.

El nombre oficial es F.C. Sankt Pauli von 1910; por lo que, agregando la fecha del 15 de mayo, se conoce con precisión cuándo fue fundado. A primera vista, al menos, quizá es lo único relativamente original de un club alemán que nunca había subido a Primera División hasta 1977, que después bajó y volvió a ascender hace cuatro años, y que ahora languidece en Segunda, donde está 18°: último, con el descenso a la Liga 3 casi decretado.

Sin embargo, este cuadro de un barrio de Hamburgo tiene algo especial que hace que, pese a su pequeñez futbolística, cuente con 11.000.000 de hinchas en toda Alemania, y no sean pocos los que en el resto el mundo simpatizan con su causa a la distancia.

En ese sentido se señala que el rumbo del St. Pauli cambió en la década del 80, cuando ancló en el Reeperbahm, una zona roja, de bares, compraventa de sexo y bohemia, de la ciudad portuaria del Norte de Alemania. Pruebas al canto: en aquella época, el promedio de público que iba a sus partidos de local era de 1.600 personas, y la cifra trepó a 20.000 sólo 10 años más tarde; aunque no era cualquier hinchada: en su mayoría se trataba de impulsores del activismo "okupa", el movimiento social que propone la entrega de casas vacías, edificios abandonados y terrenos desocupados a quienes no les pertenecen, con el fin de que los utilicen para cultivo, vivienda, lugares de reunión o centros con fines sociales y culturales.

A partir de esa base, el St. Pauli entró a ser considerado como un club de gente de izquierda, y los montones de banderas con la imagen del "Che" Guevara que flamean en las tribunas del Millerntorstadiom, como el dato de que en 2005 el plantel fue a hacer la pretemporada a Cuba, lo están señalando; pero el espectro de su rebeldía, por llamar de alguna forma la particular forma de vida del club, es muchísimo más amplio: los hinchas y la propia institución se consideran antirracistas, antifascistas, antihomofóbicos y antisexistas, lo que en muchas ocasiones les provocó conflictos, sobre todo con los grupos neonazis, pero para manifestar esa identidad el St. Pauli no sólo no esperó que la FIFA condenara a todo tipo de demostraciones discriminatorias en los estadios, sino que llegó al extremo de afirmar dicha declaración de principios en la letra de los estatutos que regulan su vida cotidiana.

No fue casual, incluso, que el club haya sido el primero de Europa —y quizá del mundo— que tuvo, entre 2002 y 2010, un presidente manifiestamente gay: el director teatral Cory Litmann; una circunstancia que en el caso de la entidad germana va muchísimo más lejos del alcance de las opciones de vida individuales: los "ultra" tienen una rama femenina-feminista, y otra que participa en las movilizaciones contra los desalojos y en los partidos empuña una gran bandera que dice "benvenidos los refugiados; y en el Millerntorstadiom "rompe los ojos" un mural en el que se destaca una leyenda que dice "lo único que importa es el amor" encima de la imagen de dos hombres besándose en forma apasionada.

Es más, el club establece las líneas de "marketing" en acuerdo con la organización que nuclea a los hinchas: la "Fanladen", que cuida que la publicidad del estadio no sea invasiva ni resulte contraria a los ideales institucionales, como lo hizo en 2002, cuando la parcialidad presionó para que fuera retirada —ya que la consideraba sexista— una publicidad de la revista "Maxim".

Hernán José García, un argentino que trabaja en Wraclaw, Polonia, y es hincha del St.Pauli pues sus colores son los de Platense, el cuadro de su infancia en Buenos Aires, le contó a la revista "Viva" del diario Clarín que los del St. Pauli "no se hacen drama; si ganan, van al bar, toman cerveza y festejan, y si pierden, van al bar, toman cerveza y se olvidan".

Así es, entonces, este club alemán; que no es un equipo cualquiera; tanto que quizá sea lo de menos que en el Millerntorstadiom se escucha rocanrol "a todo candombe", al ritmo de "Hell Bells", de la banda AC/DC, cada vez que el cuadro sale a la cancha.

Arrésteme, sargento...

FIFA prédica el "Fair Play" en todo mundo; pero el St. Pauli lo practica ajeno a esa influencia, como un culto. Así lo hizo el atacante Marius Ebbers, el 12 de abril de 2012: iban 1-1 con el Union de Berlín, saltó y quiso cabecear, pero —por un acto reflejo— metió la pelota en el arco rival con el puño. El árbitro dio el gol, pero Ebbers le pidió que lo anulara. Menos mal: a los 92, St. Pauli ¡ganó 2-1!

Un puñetazo a la esvástica y...¡tapen ya esa lona!

Un puño golpeando la cruz esvástica es el póster "oficial" de los hinchas del St. Pauli, que los 27 de enero, fecha de la liberación de Auschwitz, van y llenan su estadio para celebrar el hito histórico.

Por tal motivo, hay un cartel que va de punta punta y reza: "Para los fascistas no hay fútbol"; aunque en 2014 tan marcada exposición de su postura ideológica le valió al club algún apuro: antes del Mundial, la selección alemana entrenaba en el Millerntor y, como había muchas cámaras y fotógrafos, la Federación dio la orden de que se tapara la frase con una lona.

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La hinchada de St. Pauli. Foto: Archivo El País.

INFORMEJORGE SAVIA

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