Desde el primer campeonato mundial, en 1950, la Fórmula 1 avanzó siempre en las soluciones tecnológicas, buscando velocidad, confiabilidad y rendimiento. Pero en esta temporada 2017, que se abre el 26 de marzo en Melbourne, con el Gran Premio de Australia, los cambios llegan pisando el acelerador.
La categoría perdió audiencia en los últimos años, por lo cual se pretende ofrecer más espectáculo con nuevas reglas que aumenten la competitividad entre los equipos. Serán 20 carreras en tres continentes, aunque sus pruebas son cada vez más asiáticas y menos europeas.
Muchas vueltas se han dado a los circuitos desde aquellos cigarros con ruedas que corrían en la década de 1950 hasta las flechas del presente, diseñadas para "volar" sin despegar del suelo. Los coches se achataron y afinaron, se construyeron de materiales cada vez más livianos, vieron cómo les crecían alerones o se le incorporaban ruedas cada vez más anchas.
Hace mucho la aerodinamia se convirtió en una palabra clave. Los pilotos, cómodamente sentados en los coches originales, pasaron a manejar casi acostados.
En esa búsqueda hubo también soluciones insólitas, como dotar al auto de seis ruedas o instalarle un enorme ventilador en popa. Muchas de esas ideas fueron tarde o temprano vetadas, porque las reglamentaciones a veces funcionan como freno, para evitar ventajas indebidas o cuidar la seguridad.
La Fórmula 1 aprovechó avances tecnológicos en los campos de la la computación y los nuevos materiales, pero también regaló a la industria automotriz comercial soluciones como el freno de disco o mejoras en las cajas de cambios. Eso impulsó a las grandes marcas a sumarse a la competencia.
Más allá de las nuevas reglamentaciones, será el primer año sin Bernie Ecclestone directa o indirectamente al mando después de casi cuatro décadas. Liberty Media, la empresa dueña de la Fórmula 1, decidió despedirlo. Habrá que ver cómo funciona el circo sin la presencia del pequeño y sagaz empresario.
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